El desfile tuvo lugar en el Paseo del Prado, emblemática arteria de La Habana símbolo de los
lazos que unen a Cuba y Francia: el Prado fue rediseñado en 1928 por un arquitectopaisajista
francés, que apostó en cada una de las esquinas de la avenida ocho espectaculares
estatuas de bronce representando leones, el animal fetiche de Mademoiselle Chanel.
De esta manera, CHANEL se fundió con humildad en una atmósfera predestinada.
Cuando el sol poniente coronaba de oro los leones que montaban guardia inició el desfile
con un primer pasaje destacando una de las líneas maestras de la silueta crucero: lo
masculino-femenino, inmensamente chic y un poco canalla. Una chaqueta masculina larga
sobre pantalón ancho con doblez, zapatos doble tono, camisa con cinturón de tejido,
Panama hat realizado por la Maison Michel ladeado sobre el rostro altivo de Stella Tennant.
Dentro de este espíritu de insolente modernidad, de feminidad boyish, el “vestido de
debutante” a la manera de Karl Lagerfeld provocó exaltación: falda con vuelos formando
capas en organza sobre bordada con motivos de hojas, en contraste con una chaqueta sobre
una blusa blanca con corbata.
El hilo conductor de la colección es la magistral reinterpretación de la guayabera, la camisa
tradicional cubana con bolsillos, lengüetas de hombro y pliegues planos. Karl Laguerfeld la ha
nombrado con gracejo el “esmoquin cubano”.
Para el día, una blusa vaporosa, acompaña un pantalón chino enrollado; en la noche la
guayabera revela su potencial de sensualidad transformándose en blusa de organza negra
transparente exhibida sobre una falda “sfumato” acampanada y muy ajustada a la cintura en
negro y verde pistacho.
Un desfile militar perfectamente pacífico con preciosos conjuntos de pantalón corto y
chaqueta en mezclilla y tweed caqui, una parka con flecos, o una camisa de mangas cortas
con bordados de fantasía por Lesage et Montex.
Con la misma energía juvenil, la misma audacia, un par de pantalones de ciclista adornados
delicadamente con strass y sobrebordado de camelias como “sombras chinas”,
acompañados de un top brillante de palmeras multicolores.
Increíblemente femenina y fluida, en una palabra, baile, la colección multiplica las chaquetas
y los vestidos con escotes pronunciados, las faldas de tubo acampanadas liberando el
movimiento en una rumba hipnótica, y los vestidos etéreos: los legendarios Buick,
Oldsmobile y Cadillac sobresalen con un estampado en tonos de golosinas.
La paleta está inspirada en los colores vibrantes de las fachadas barrocas del centro histórico
de la ciudad: amarillo, rosa, naranja, turquesa, verde brillante, explotando y brillando sobre
los maravillosos vestidos cortos sobre bordados con lentejuelas, los vestidos-túnica en
tweed sobre bordado de naranja coral. La misma energía cromática en los vestidos bustier
con lentejuelas, mangas abombadas, flecos y plumas. Los tonos tabaco y habano recuerdan
la pintura de Wifredo Lam, el Picasso cubano. Los negros y blancos, son sombreados,
nubosos y ahumados.
Los talleres han creado maravillas: los bordados de la “vegetación tropical” alcanzan un
inmenso refinamiento: grandes hojas de Monstera Deliciosa atrapadas entre dos velos de tul
para lograr un sutil efecto de relieve, un motivo de “habano” casi abstracto, loros de
paraíso en un vestido largo y un bolero de crochet beige deslumbrante en su simplicidad.
Y para terminar, un Panama hat, ¡salvo cuando una boina negra completamente bordada
con lentejuelas evoca con irreverencia la del “comandante” Che Guevara!
En sintonía con esta colección profundamente divertida, sandalias de playa tejidas, sandalias
de tacón para llevar con coquetos calcetines, mochilas en crochet, bolsas maleables con los
motivos multicolores del caracol local, y, naturalmente, el bolso de malla “caja de habanos”,
un guiño Cocohiba…