Si siguen mis redes sociales y demás plataformas digitales saben que soy adicta al cuidado de mi piel. Hay pocas cosas que me apasionen más de la belleza que saber que debajo de todo ese maquillaje tengo una base limpia y sobretodo sana.
Tienen que saber que esto no siempre fue color de rosa. O más bien, si lo fue. Durante mi secundaria aquellas espinilla pequeñitas que salen debajo de la piel sin tener una boquita de salida fueron mi gran dolor de cabeza. Mis poros eran abiertos y tenía manchas rosadas en las mejillas. Confieso que todo esto se veía si mirabas muy de cerca, y que conozco amigas que la vivieron peor, pero en definitiva no era lo más agradable. Encima de eso mi piel era un poco seca y me terminaba picando cualquier maquillaje que aplicara.
Mi mamá siendo una mujer que ama maquillarse poco y lucir una piel radiante me llevó donde la Doctora Amada Pinzon y el resto es historia. Seguí por primera vez en mi vida un tratamiento al pie de la letra y los resultados fueron maravillosos. Solo recuerdo este tónico que ardía como quemarse en el quinto infierno de Dante, pero vaya que elimino mi piel muerta. Después de eso vinieron los faciales y por supuesto Chanel. Trabajando en revista Agenda pude conocer de primera mano productos que al sol de hoy uso y que son la octava maravilla de mi Cosmetiquera.
En el último año y medio me uní al crew de mujeres que aman a Amparo Guillot. Ampi hace los mejores faciales de todo Panamá y sin duda alguna es esa profesional que te hace un tratamiento acorde a tus necesidades.
Todo lo mencionado arriba fue la combinación perfecta para lo qué pasó esta semana. Fui al kiosco de cuidado de la piel de la Roche Posay en Multiplaza y el resultado de mi hidratación fue 100%. En la prueba en que más personas fallan yo saqué 100%. Si esto me lo hubieran dicho hace 10 años no me lo creo jamás.
Viendo lo asombradas que estaban todas sobre este resultado, decidí hacer un recuento de todos los productos que ayudan a que esto sea de esta manera. Lo más importante chicas es la constancia. Tener una rutina diaria de amor propio que incluya despertarse con un vaso gigante de agua y seguir tomando todo el día.